Cuando
llega la primavera y hace buen tiempo, algunas mañanas voy con un libro
para pasar un rato leyendo sentado y tomando el aire y el sol en uno de
los bancos de piedra que hay junto al claustro del monasterio de la
Encarnación. El año pasado me llevaba para leer a Lope de Vega. El Fénix
de los Ingenios está allí, en estatua de bronce verduzca (obra del
escultor Mateo Ynurria -firmado en el lateral derecho del plinto de
bronce-, sobre columna del arquitecto José López Salaberry), de espaldas
al convento, entre dos enormes cedros del Líbano. Esta imagen nació en
Barcelona, fue fundida por la Fundición Artística Masriera y Campins en
1901 (el sello de la Fundición aparece en el lado izquierdo del plinto),
y de allí viajó a Madrid, a la glorieta san Bernardo (viví en el número
5 de la glorieta durante 25 años), en donde se instaló el 5 de junio
1902 para conmemorar la mayoría de edad y coronación de Alfonso XIII, y
allí permaneció hasta 1908, fecha en la que se le trasladó a la glorieta
de Rubén Darío; finalmente, en 1966 (yo llegué a Madrid a finales de ese
año y me instalé en una residencia de estudiantes de la calle Arenal,
muy cerca de aquí), se trasladó la imagen del Príncipe de los Ingenios a
su ubicación actual, junto al convento.
Lo miro con frecuencia, lo dibujo, e incluso recito susurrando con
devoción pagana algunos versos de su inmensa y bella obra. Observo tanto
su figura que he llegado a sabérmelo de memoria, podría dibujarlo ahora
sin mirar. El pedestal original, muy ornamentado, está formado por un
volumen troncopiramidal de planta cuadrada, realizado en diferentes
materiales, granito, mármol y caliza, y compuesto por dos cuerpos
separados por diferentes molduras. El inferior está realizado en mármol
rosado y lleva adosadas cuatro rosetas de bronce en cada uno de los
lados; sobre él descansa una moldura en forma de guirnalda de hojas de
laurel, realizada en caliza y, sobre ella, un friso recorre todo el
pedestal en dieciséis rosetas de bronce. En el centro está decorado con
dos liras sobrepuestas en mármol, una en la parte frontal y otra en la
posterior. En los laterales se adosan dos escudos antiguos de Madrid,
timbrados de corona real cerrada, realizados en mármol, en los que los
elementos: corona, oso y madroño, y la corona cívica, están realizados
también en bronce. El cuerpo principal es de mármol, lleva una
inscripción a cuatro columnas, tallada en la parte delantera: A / LOPE
DE VEGA / LA VILLA DE MADRID / MCMII, y otra en la parte posterior,
también a cuatro columnas, con una selección de títulos de su obra,
hecha en su día por Marcelino Menéndez Pelayo: LA DOROTEA. / LA MOZA DEL
CÁNTARO. / EL CASTIGO SIN VENGANZA. / EL MEJOR ALCALDE, EL REY.
Félix está de pie, vestido con el hábito sacerdotal (¿?), leyendo un
escrito en libro que sujeta con la mano izquierda, y con la derecha
sostiene una pluma. Lleva sobrecapa que recoge en el antebrazo derecho,
y le cuelga del cuello la Cruz de la Merced. Está orientado hacia el
Teatro Real, como lo está sobre columna Antonio Cánovas del Castillo, a
pocos metros de allí, en la plaza de la Marina Española. Pero don
Antonio no ve la espalda de don Félix, se interpone entre ambos el
edificio del convento.
Nunca pudo imaginar Lope, imagino yo ahora, tanta gloria en estatua,
cuando en vida ni siquiera la palpó, ni los poderes le hicieron puto
caso. No así Cánovas, seguro que don Antonio se imaginó erigido por
doquier, reconocido tanto como al menos lo fue en vida. La casta
política enseguida sabe, porque lo busca, que se le reconocerá en gloria
y estipendios, pero los artistas no, nunca saben qué será de ellos. Lope
anduvo siempre de secretario de prohombres y nobles, y aun de criado, y
otras veces en el destierro o en la cárcel por su pluma mordaz, o por
sus numerosos y riesgosos “amancebamientos” (como se denominaban
entonces los amores fuera de lo normal, entendiendo por normal lo
anormal-hipócrita de la pequeña burguesía), pues tuvo gran cantidad de
relaciones amorosas, y muchos hijos, quince declarados, entre los
legítimos y los ilegítimos, entre ellos la dramaturga sor Marcela de San
Félix, la única de entre toda esa descendencia que le sobrevivió.
Excesivo en todo, pues a Lope se le atribuyen cerca de 3.000 sonetos,
varias novelas, cientos de poemas, y más de mil comedias (otros aumentan
este inventario), aún le dio el ingenio para desdoblarse en el poeta
satírico Tomé de Burguillos. Aunque tuvo que pleitear para conseguir
derechos de autor sobre quienes imprimían y se lucraban de sus comedias
sin su permiso (exactamente igual que ahora), consiguió, al menos, el
derecho a la corrección de su propia obra. Sin respiro, llena su vida de
amores y desamores, huidas y pleitos, aún ingresó en la Armada Española
cuando era joven y se ordenó sacerdote a los cincuenta y tantos,
consiguió la Gran Orden de Malta, escribiendo entre tanto que amaba y
penaba amores, sin detenerse nunca, pro pane lucrando, pues tenía que
comer y no podía hacerlo siempre. Más de una cena se ganó escribiendo
cartas de amor, sonetos o entremeses para Luis Fernández de Córdoba y
Aragón, VI duque de Sessa, del que fue amigo toda la vida. El duque se
encargó de los funerales y del entierro de su amigo, solemnísimos, en el
que hubo actos religiosos durante nueve días. Doscientos autores
escribieron elogios de su obra, publicados en Madrid y Venecia, pues
alcanzó en vida un gran prestigio. Ya para entonces, para señalar algo
bueno de verdad, se decía: “Esto es de Lope”. Fue uno de los más
prolíficos autores de la literatura universal. Cervantes, con el que
mantuvo una cordial rivalidad, dijo cuando Lope murió: “Se nos ha ido el
Fénix de los Ingenios”. También fue Lope amigo de Quevedo y Alarcón, y
enemigo declarado de Góngora (y viceversa), ¡qué tiempos!, qué
admiración me producen (me procuran, diría Lope).
Así, otra primavera más, aquí me encuentro leyendo a Lope en los
jardines del convento de La Encarnación, disfrutando del sol y el cielo
velázquez de Madrid, pensando en los amores múltiples, o en el poliamor,
o tendencia a los varios amores sinceros sin estar loco ni sentir
culpabilidad, o al menos sin ser tan loco como Lope lo fue. El poliamor,
pues que todo cambia, lo tengo ahora por alternativa a los conceptos
heredados de pareja, celos o fidelidad, ganando terreno en mi vida por
dentro, mientras trato de estar con los activistas poliamorosos que
luchan por fuera para que las leyes nos tengan en cuenta. Estos
activistas, no son otros que los mismos que cuestionan todo, muchas
veces quicemayistas devenidos en políticos podemitas, aunque no hagan
falta pues toda la esperanza debiera de estar en el movimiento ciudadano
global y no en las acciones/vacilaciones políticas de sus representantes
confluidos en partidos, que andan ahora en el encaje de lo estatal con
lo territorial y lo sectorial.
Según el Proyecto Intimate (financiado por el European Research Council,
y que tiene por objeto analizar las diversas formas de convivencia y
relación de la población LGBTQ en España, Italia y Portugal), la
no-monogamia sigue siendo menos aceptada por la familia o la sociedad
que la homosexualidad. Al fin y al cabo, las parejas homosexuales
(lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y queer) repiten el modelo
tradicional, aunque los dos miembros sean del mismo sexo. Ya decía
Shakespeare en Romeo y Julieta que, en realidad, lo que la sociedad
proscribe es el amor mismo, pues sólo lo admite entre novios, esposos,
amantes, adúlteros, pero rara vez entre amigos y sin otro fin o
intención. La verdadera revolución a nivel sexual, de afectos,
relaciones, convivencia y, en cierta forma también social, viene estos
días de la mano de lo que se denomina poliamor (de Lope), y de estos
mismos poliamantes que reivindican a la vez el amor múltiple, sin otro
compromiso que el amor mismo, y se querellan contra los banqueros por
estafar al Banco Tal.
Porque mientras sus señorías senatoriales se comen el magín por ver cómo
se insertan alternativamente entre el duopartidismo canovista, o turno
de partidos, los tribunales populares como el TCJ (Tribunal Ciudadano de
Justicia-15M) se querellan contra los banqueros por estafar al banco que
gestionan. Porque, al contrario de lo que se suele creer, los banqueros
no son los dueños de los bancos, sino simplemente sus gestores. Por
ejemplo, un banquero tan conocido como Emilio Botín, poseía menos del 2%
de las acciones del banco Santander.
Y tras cuatro años de lucha ininterrumpida, el grupo de trabajo del TCJ-15M
ha conseguido que el juez de la Audiencia Nacional, José de la Mata
admita a trámite una querella por delitos de estafa, administración
desleal y asociación ilícita contra la cúpula de la extinta Caja Madrid.
Esta querella se plantea frente a los miembros del Consejo de
Administración de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, los
responsables de la Dirección General de la Unidad Financiera y la
Gerencia de Riesgos de la Caja, por las conductas delictivas perpetradas
entre 2003 y 2009 (cuyos efectos se mantienen hasta la actualidad), y
más en concreto contra Miguel Blesa, Ramón Martínez Vílchez y el ex
director general de Tasaciones Madrid, Ignacio de Navascués, junto a una
veintena de directivos que permitieron el falseamiento y ocultación de
la realidad de las cuentas de la entidad, facilitando la práctica
sistemática de sobrevalorar inmuebles constituidos en garantías de
préstamos hipotecarios, y la concesión de préstamos que no debieran
haberse concedido.
Pero me parece que será más fácil que la gente que se resiste a cambiar,
o a fluir con el cambio del amor y la política, siga creyendo que la
sangre de san Pantaleón se licúa en su relicario cada 27 de julio
(precisamente en la iglesia del convento de La Encarnación), que acepten
el pluripartidismo, el poliamor, o lo que denuncia el TCJ-15M.
Saliendo de esta plaza hacia la de Isabel II, justo en el cruce hacia la
calle Arrieta, ha empezado a florecer el precioso árbol del amor que veo
revivir cada primavera por estas fechas. Y por esto que los españoles
somos tan dados a los significantes personalizados, es también llamado
árbol de Judas, o de Judea, ciclamor, algarrobo loco, según le vaya a
cada uno en lo sectorial de la vida, la política y el amor…
Nota de la ilustración: El Real Monasterio de la Encarnación es un
convento de monjas agustinas recoletas. La institución, a la que
pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina
Margarita de Austria-Estiria, esposa de Felipe III, por eso era conocido
como el convento de Las Margaritas. Fue edificado por el arquitecto Juan
Gómez de la Mora, entre 1611 (año en el que murió la reina Margarita) y
1616, para conmemorar la expulsión de los moriscos madrileños; el
interior fue reformado por Ventura Rodríguez en el s. XVIII. La austera
fachada (con un relieve del escultor Antonio de Riera) es de inspiración
herreriana. En su interior se conserva el legado de la biblioteca
musical del compositor madrileño Lorenzo Román Nielfa, que tiene obras
de maestros de los siglos XVI y XVII, además de varios lienzos sobre la
vida de san Agustín, frescos de Francisco Bayeu, cuadros de Vicente
Carducho, Isidro Carnicero, Lucas Jordá, Juan van der Hamen, Pedro de
Mena, José de Mora y Gregorio Fernández. Merece la pena visitarlo.
10 de abril de 2016
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