Los economistas y el uno por ciento

La economía de la realidad.

Por: Michael Hudson, Counterpunch

Traducción: Enrique Prudencio.

 

“Aquel a quien los dioses quieren destruir lo vuelven primero loco”. Y si destruyeran economías, crearían primero una clase adinerada que colocarían en lo más alto, dejando a la naturaleza humana que hiciera el resto. La acumulación de poder pronto lleva al abuso, al hybris económico y social. Al tratar de proteger sus ganancias, se perpetúa el mismo y hace que su riqueza sea hereditaria, la emergencia de una élite del poder se atrinchera en su posición de tal forma que excluye y agravia a los que están debajo. Los ricos los endeudan, cargan el peso de los impuestos sobre los más débiles y convierten el gobierno en una oligarquía.

 

Es una historia muy antigua. Los griegos consiguieron encauzar  la situación al ver que el poder llevaba al hybris, provocando su propia caída. Hybris es un concepto griego que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en sí mismo muy exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. Hybris, en la Antigua Grecia, aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno unido a falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por el “Ate” (la furia o el orgullo), que es la adicción a la riqueza y el poder, una extralimitación de la soberbia que conlleva daño para otros.

 

 Mediante el empobrecimiento de las economías destruye la fuente del beneficio, los intereses, las ganancias del capital e incluso la recuperación de los ahorros originales y el capital principal.

 

Este carácter abusivo de la riqueza y el poder no es la corriente económica principal que describen los modelos económicos.  Ese es el motivo de que la teoría económica esté rota. El concepto de disminución de la utilidad marginal implica que los ricos irán estando más satisfechos según se van haciendo más adinerados, y por tanto menos adictos al poder. Esta idea de que cada vez más ingresos producen la saciedad no va en el sentido correcto del, al negar el dinamismo básico de los últimos diez mil años de tecnología y civilización humana.

 

El enfoque actual de la oferta y la demanda trata a la economía como “mercado” de una forma descarnadamente abstracta, como cantidades de bienes (ya producidos), fuerza de trabajo (con una productividad determinada) y capital (ya acumulado, no hacer preguntas) que se intercambian y se truecan entre sí. Este enfoque no indaga en profundidad en cómo algunas personas consiguen capital para “intercambiarlo” por “fuerza de trabajo”. Para los efectos principales, este enfoque toma la dirección del crecimiento tecnológico y la experiencia básica de los negocios de forma errónea, al asumir condiciones de disminución de rentabilidad del capital y disminución de la utilidad marginal. El resultado intelectual es un universo paralelo cuyos criterios de excelencia económica son meramente la circunscripción interna de sus asunciones abstractas, no de su realismo.  En su nuevo libro Los economistas y los poderosos, Norbert Häring y Niall Douglas muestran que la disciplina económica no ha seguido este rumbo por accidente. Están liderando a los organizadores de la World Economic Association (Asociación Económica Mundial), que emergió del movimiento económico post autista destinado a proporcionar una alternativa a los economistas de la corriente principal neoclásica y neoliberal.(Häring es co-editor de “World Economic Review” (Revista Económica Mundial). A este fin proporcionan una gran cantidad de referencias haciendo un seguimiento de cómo la economía se convertía en un ejercicio de propaganda para financieros, propietarios de viviendas en alquiler, monopolistas, suministradores de información privilegiada, defraudadores y otros depredadores en búsqueda de rentas a quienes los economistas clásicos buscaban para tasar y regular existencias. Este estado de cosas refleja un siglo de unidad de estas lanzaderas de cohetes, libres para luchar contra la economía clásica mediante el patrocinio de magos con autoayudas de ficción que los presentan como personas que no han ganado sus fortunas de forma predatoria y extractiva, sino contribuyendo a la producción como creadores empleo. Cualquier distribución dada de riqueza e ingresos se trata como un equilibrio producto de una opción voluntaria, sin tener en cuenta las estructuras organizacionales y sociales de contratación laboral, producción y distribución. Los autores proporcionan un antídoto de visión en túnel apuntando a las manos invisibles que realmente trabajan: la información privilegiada en todas las operaciones de la empresa, maniobras para mantener a los trabajadores al margen de sus derechos laborales, para evitar su sindicación, unido todo al puro saqueo y al fraude. Lo que quieren decir con poder es que los empresarios contratan esquiroles para reventar huelgas, hacer lobby para conseguir favores especiales y negocios con información privilegiada, así como dar apoyo a las campañas electorales de los legisladores para que actúen a favor del 1%.

 

Criticando la teoría de libro de texto de la empresa, indican que la  mayor parte de la producción ha incrementado los beneficios. La caída de los costes unitarios como inversión en capital fijo se distribuye en más producción. Como productor con casi cero costes marginales, por ejemplo, Microsoft obtiene una renta por crecimiento de la parte correspondiente la propiedad intelectual por cada programa informático que vende. A nivel de toda la economía, el incremento del salario mínimo permitiría a la mayor parte de las empresas beneficiarse de rendimientos crecientes, al incrementar la demanda.

 

Las empresas utilizan el apalancamiento político para asegurarse el nombramiento de árbitros enemigos de la clase obrera y amigos del empresariado para cubrir las plazas en los tribunales y otros espacios en que se arbitran las disputas sobre empleo, condiciones de trabajo y despidos. Las industrias intensivas en capital subcontratan trabajos que requieren poca especialización con proveedores que emplean trabajadores no sindicados. La privatización de servicios públicos apunta también en gran medida al quebrantamiento del poder sindical. El suministro marginalista y la teoría de la demanda implica que cada trabajador adicional que se contrata incrementa los salarios, provocando que las empresas se opongan a las políticas de pleno empleo con el fin de mantener los salarios al nivel más bajo posible, a pesar de que esto limite el mercado que ha de absorber su producción.

 

Así que la tecnología y las condiciones decrecientes no son la causa de que los salarios hayan sido presionados a la baja, ni tampoco el motivo de que los costes financieros y otros costes ajenos a la producción se hayan estado incrementando en la mayor parte de las economías occidentales. Estos incrementos del coste están encabezados por los intereses de la deuda correspondiente a compras apalancadas y a asaltos corporativos, además de los sueldos, primas extra y opciones sobre acciones de los altos directivos. La mano de obra también se encuentra con el alto coste de la vida como resultado del altísimo coste de las deudas hipotecarias sobre vivienda, préstamos de estudios, precondición para obtener una educación que permita el acceso a un trabajo de clase media, tarjetas de crédito para mantener los estándares de consumo, el aumento de la retención de los salarios para seguridad social y sanidad, según el sistema fiscal va siendo más regresivo. Este servicio de la deuda personal (incluyendo  los costes de vivienda) y varios impuestos más, absorbe más de dos tercios de un sueldo medio. Así que aunque los trabajadores no tuvieran que comprar los bienes y servicios que ellos producen – alimento, vestido y otros consumos básicos, no podrían competir con la mano de obra de economías menos financializadas y endeudadas.

 

A nivel empresarial, la ingeniería financiera tiene más que ver con la subida de las acciones que con nuevas inversiones de capital. Pero incluso esto no se está haciendo de modo que sirva al interés de los accionistas a largo plazo o la parte de la economía a largo plazo. Häring y Douglas hacen una crítica mordaz de la “motivación” de los directivos, pagándoles en opciones sobre obligaciones. Los directivos maximizan el valor de estas opciones gastando los ingresos de las empresas en recompra de acciones, en lugar de hacerlo en nuevas inversiones directas para ampliar su negocio. Incluso puede ser peor, las empresas piden créditos para comprar sus acciones o incluso para pagar dividendos para pujar por sus precios. El capital de esta ganancia es financiero, no industrial. También se convierte en antiobrero, ya que los prestamistas, agobiadas por la deuda habilitan a los asaltantes corporativos con el fin de utilizar la amenaza de bancarrota para exigir rebajas de pensiones y devolución de salarios.

 

El problema con la planificación financiera es el corto marco de tiempo de golpear-y-correr, dirigido a extraer ingresos en vez de tomarse el tiempo necesario para invertir en una nueva producción y desarrollo de mercado. Ocultando este cortoplacismo con la ficción contable “valorado sobre modelo” estilo Enron, los directivos cogen el dinero y salen corriendo, dejando las conchas quebradas a su paso.

 

El aprovechamiento de la deuda es alentado mediante la tasación del precio de los activos de las ganancias a niveles mucho más bajos que los ingresos (salarios y beneficios) y permitiendo que el interés sea desgravable. Esta desgravación fiscal no es en absoluto una característica inherente a los mercados. Esto refleja la  conquista de la política fiscal por el sector financiero, junto con la conquista del sistema regulatorio para inhabilitar la supervisión del gobierno con el fin de levantar grandes fortunas mediante la desregulación, privatización y popularización de la idea de que las economías se pueden hacer ricas con el endeudamiento La doctrina neoliberal sataniza al Estado por ser el único poder capaz de regular y gravar los ingresos no ganados y enjuiciar por fraude. Esto invierte la idea de libre mercado alejando del sentido clásico de mercados libres rentas económicas no ganadas, para connotar el escenario actual libre para rentistas depredadores.

 

Esta estrategia está coronada por el poder de censurar. La representación engañosa y falaz de la economía elaborada por financieros, especuladores inmobiliarios y monopolistas tiene cuidado de ocultar a la vista su propio comportamiento. Este es el máximo poder de la corriente principal de la economía de hoy en día: dar forma a cómo la gente percibe la economía. El punto de partida es distraer al público para evitar que se de cuenta (y por tanto descubra la regulación y tributación) de las estructuras del mundo real del poder en pleno funcionando. Prefieren hacerse invisibles, por encima de todo el poder financiero para seguir endeudando la economía. Después de todo ha sido a través de los medios financieros como las finanzas han desplazado la planificación económica de las manaos del Estado y de los gobiernos a Wall Street y centros bancarios similares de otros países.

 

Los grupos de manifestantes contra el 1% han popularizado la visión de la economía actual como un producto lógico y por supuesto natural e inevitable de la evolución darwinista. Como dijo Margaret Thatcher: No Hay Alternativa. Esta estrechez de miras se refuerza por una política de censura.”Si tu ojo te hace pecar, arráncatelo”. Häring y Douglas describen el proceso académico de eliminar cualquier ojo infractor que pudiese introducir más realismo cuando se trate de un comportamiento depredador y de búsqueda de ganancias sin reparar en medios.

 

La primera directiva es representar la planificación financiera mejor que la de las agencias públicas. En contraste  con la aprobación de estructuras públicas de la Era Progresista, manteniendo costes bajos, el sector financiero busca privatizar las  empresas públicas, a crédito, preferiblemente a precios de usura para crear nuevas fortunas de los privilegios de la extracción de renta. Las tareas de la corriente principal de la economía, tal como la describen los autores, es apartar la atención del carácter explotador y tecnológicamente innecesario de los buscadores de ganancias.  Balzac era más realista al observar que detrás de la fortuna de todas las familias había un gran robo largamente olvidado.

 

Ponen el enfoque sobre el poder doméstico en lugar de detallar la dimensión internacional de cómo se ejerce el poder económico. El FMI, el gobierno estadounidense y la burocracia europea ejercen influencia en la deuda extranjera para imponer el consenso neoliberal en Washington. Así es como la “troika” europea impone la austeridad en Grecia para reemplazar al gobierno democrático por oto de “tecnócratas” cuyas políticas están al servicio del 1% en la lucha de clases actual. Este sendero conduce a su debido tiempo a los asesinatos colectivos mediante los cuales los Chicago Boys  impusieron su cleptocrático “mercado libre” en el Chile de Pinochet, elaborado por la Operación Cóndor asesinando líderes obreros, campesinos, curas de la Teología de la Liberación y monjas por toda América Latina y hasta en los mismos Estados Unidos. Pero yo puedo entender que los autores tienen que trazar la línea entre sus tácticas económicas y militares en algún sitio, centrándose en el mismo núcleo de la jungla de la economía de libre mercado como tal.

 

Las altas finanzas se han convertido en la forma moderna de hacer la guerra. Después de endeudar a los países, los acreedores ejercen presión para privatizar los monopolios existentes y para crear nuevos monopolios para ellos mismos. Su objetivo es conseguir lo mismo que en el pasado por la fuerza de las armas, pero a un menor coste. Resulta más barato apoderarse de las tierras mediante una ejecución hipotecaria que mediante la ocupación armada tras una guerra, lo mismo que es más barato obtener los derechos para explotar la riqueza mineral e infraestructuras públicas encadenando a las naciones a la deuda, que destruyéndolas con la guerra. Las poblaciones sometidas no contraatacarán mientras se les pueda persuadir para que acepten la ocupación como cosa natural e incluso útil.

 

Al final nos llevan a los hybris a nivel internacional. La deuda crece de forma exponencial (el milagro del interés compuesto), haciendo del éxito económico un monstruo que todo lo absorbe  (de tal forma que hasta los imperios se autodestruyen). Ese es el trágico fallo de las altas finanzas y de las conquistas militares.

 

Las extralimitaciones militares fueron las que hicieron que los agresores cambiaran a los modos de conquista financiera. Para los economistas que buscan bienestar basando su disciplina en la física, el paradigma adecuado es la Tercera Ley del Movimiento de Newton aplicada a las políticas de poder internacionales: cada acción crea una reacción igual opuesta. La parte explotada se ve obligada a separarse, o a ir a la bancarrota.

 

La decadencia se difunde desde el propio núcleo financiero imperial al utilizar los depredadores su botín financiero extranjero para enseñorearse ante la población de su país, polarizando y empobreciendo la economía y destruyendo así el mercado nacional. Esa es la historia del declive y caída del Imperio Romano, y debe seguir siendo el modelo económico estándar. Tal “mercado” es autodestructivo.

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Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/12/10/reality-economics/

El libro de Michael Hudson donde se resumen sus teorías económicas, “The Bubble and Beyond” (La burbuja y más allá), se encuentra disponible en Amazon. A Michael Hudson se le puede localizar en mhmichaelhudson.com

 

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