En
estos días en que la ciudad parecía momentáneamente abandonada por sus
habitantes que se lanzaron por vía aérea, por las carreteras, a pasar
sus vacaciones en sus lugares preferidos, viajando, descubriendo de
nuevo una geografía maravillosa en su tipología humana, las calles
carecían de atascos, de ese frenesí delirante que durante meses pareció
convertirnos en salvajes y era posible ver de nuevo el perfil
desaparecido de las calles de los barrios, la serena compañía de los
árboles, constatando igualmente el desamparo del peatón y el hecho de
que una ciudad sin aceras carece de futuro. Se habla lírica e
irresponsablemente de la bicicleta como solución al intenso y grave
problema de movilidad, careciendo de la estructura necesaria para que la
bicicleta sea en verdad una opción.
No hay placer más grande que caminar una ciudad, que poder adentrarse en
sus vericuetos maravillándose de los sitios inesperados que aparecen a
nuestro paso. El diseño urbano despliega aquí su capacidad de
espacializar una esquina, de visualizar una volumetría, de incorporar
los territorios destruyendo murallas divisorias. La burocracia, es decir
los burócratas oficiales, son autistas generalmente, están desconectados
de la realidad ciudadana cuando una ciudad, hablo del caso de Medellín,
está sometida a una dinámica permanente de cambio en su economía, en las
etnias y grupos sociales que la van conformando cada día con nuevos
protagonistas sociales. Y esto suena ya a lugar común, pero es que la
lectura de la ciudad no se está haciendo desde estos intangibles que han
terminado por dejar la vieja nomenclatura completamente desueta,
desterritorializada, fractalizada, convertida en archipiélago
carcelario, bajo un choque de intereses que debe armonizarse, tal como
Soja lo describe.
Medellín es hoy un contenido de intensa vida plural carece de una forma
urbana representativa de estos contenidos de vida. Medellín carece hoy
de una estructura espacial necesaria para recibir a los miles de
turistas nacionales y extranjeros que carecen de la posibilidad de
desplazarse con seguridad por las grandes aceras que no existen, que
conectarían los lugares y espacios tradicionales con la presencia de
vida de las barriadas manipuladas ideológicamente por el populismo, la
injusticia de la segregación. ¿Se imaginan el barrio la Boca de Buenos
Aires con una frontera invisible? Las nuevas comunidades
afrodescendientes, las gentes de Urabá, las gentes venidas de las
poblaciones, las nuevas generaciones de las llamadas clases
tradicionales conforman hoy un conglomerado que con su pluralidad de
usos del espacio, músicas representativas, danzas, -tal como lo he
venido señalando- han roto el concepto de hegemonía social y de
gobernabilidad ya que hablamos de actores con un mismo rango de
representatividad ¿No es el momento de admitir, para no crear
conflictos, la presencia de esa dinámica democrática que ha permitido
que en Estados Unidos existan hoy alcaldes, gobernadores, senadores de
origen africano, latino, asiático? Una gobernabilidad que los reconozca
como ciudadanos activos y no como “objetos de estudio” abandonados en
guetos en poder de los violentos, sin derecho a voz. Este ha sido el
peligroso desfase social causado por el hecho de enfocar los planes de
Desarrollo, los POT, bajo una óptica meramente economicista,
tecnológica, que desconoce el hecho de que una ciudad es ante todo esta
compleja pluralidad de formas culturales, de nuevas costumbres tal como
lo vemos en las calles, en las expresiones cívicas. Referirse a un nuevo
Medellín es reconocer esta diversidad. En “Brooklyn” la hermosa película
de Jhon Crowley sobre la novela de Colm Cóibín, la emigrante irlandesa
pregunta en el barco a la protagonista si Brooklyn es en verdad parecido
al hogar y ésta le responde que así es. Convertir la ciudad en el hogar
de todos debe ser la meta de un gobierno para los ciudadanos.
10 de enero de 2016
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*Darío Ruiz Gómez, es escritor, ensayista,
periodista, teórico del arte y el urbanismo, crítico literario y poeta
colombiano. Se ha desempeñado además como profesor universitario y
columnista. Su obra enlaza profundamente con la memoria colectiva de las
últimas décadas de su país, particularmente dramáticas.