INFORME SOBRE EL SENADO (4) *
Texto e ilustración de O COLIS**
Es
la hora del aperitivo en la taberna y, como siempre, me es fácil
distinguir a los parroquianos senadores de los no senadores. La mayor
parte de aquellos flotan en corrillos sobre nuestras cabezas, aunque hay
algún senador solitario que mantiene los pies en el suelo. Y a uno de
estos misántropos, acodado en la barra justo a mi lado, así, como al
tuntún (aunque tratando de ligar con alguien que sustituya a L), le
comento que, según Albert Einstein, si desaparecieran las abejas, al ser
humano sólo le quedarían unos cuatro años de vida, una legislatura,
añado, por si le impresionara más la precisión político temporal y me
prestara por eso alguna atención. Pero no. Me mira como quien viera a un
loco, y vuelve la vista a J, el camarero, pidiendo socorro. J me
traspasa con la mirada, no te pases, dice sin decir nada, muy
profesional. Y finjo escudriñar el fondo de mi copa de ribera del Ebro,
interpretando al lelo anónimo. Parece que este senador no está para la
conversación con extraños. Según me reprocha J, desde que desapareció L
ando buscando una víctima propiciatoria. Lleva razón, y me jode que se
me note tanto.
El caso es que me parece que esta nueva hornada de senadores (mayoría
del PP) es diferente a la anterior, más heteróclita, que diría Ángel
Pastor, y no sé cómo entrarles. Esta es la segunda que conozco en
persona, la segunda camada de senadores que husmeo. Muchos de ellos
siguen utilizando coches de importancia; y aunque no entiendo nada
absolutamente de coches me fijo mucho en el brillo de las carrocerías. Y
creo que los de alta gama brillan más y mejor que los coches baratos. Un
coche barato que luzca escrupulosamente limpio y brillante resulta
ridículo. Y, al menos en esta cuestión, los senadores españoles se
niegan a parecer ridículos.
No se sabe aún en qué ha quedado el prometido recorte de privilegios que
sugería el PP en su programa, porque hasta hace poco en España había
22.500 coches oficiales (datos de la Intervención General del Estado,
abril 2012), y el coste superaba los 1.200 millones de euros por
legislatura. Había y hay, además, una cantidad incontrolada de vehículos
en organismos y empresas de titularidad pública. A parte, claro está, de
de los coches y lecheras de la policía, vehículos de los bomberos, etc.
Y eso supone muchos conductores, gasolina, incidentes, talleres... todo
ello sin contar con las partidas de gastos menores, ITV, seguros, etc.
En EEUU, ese país imperial, sólo hay 412 coches oficiales. Parece ser
que algunos grupos políticos, quizá empujados por los modos de Podemos,
han declinado en ambas cámaras el privilegio de uso de coches oficiales,
o el de los 3.000 euros para taxis, o el de la instalación de internet
gratis en sus domicilios, y cosas por el estilo. Según Esperanza
Aguirre, todo eso es sólo pura demagogia.
Cuando trabajaba para la AECI pude comprobar que cuanto más pobre era un
país más se gastaba en las, aparentemente, pequeñas cosas. Por ejemplo
en la fastuosidad de sus fiestas diplomáticas. En los países de gran
peso específico en el mundo, durante sus recepciones oficiales en los
consulados o embajadas, suelen servir vino, cerveza, peladillas y
cacahuetes. En esto de la racanería oficial del anfitrión, la de la
diplomacia United Kingdom es un top clásico. Sin embargo, en las de
muchos países pequeños y pobres, en sus recepciones y actos propios de
su condición y oficio, puedes llegar a probar el mejor caviar, champagne
francés, ostras, servido por camareros que parecen actores de cine
(suelen llegar a serlo) y camareras de ojos grandes y preciosos con
aspecto de miss algo (generalmente lo consiguen). Las embajadas de los
países pequeños suelen tener legiones o enjambres de ujieres, bedeles,
secretarias (que huelen a Chanel, aunque sea del chino), todos vestidos
como generales y princesas, que te tratan de excelentísimo señor,
doctor, licenciado, sin saber por supuesto quién coño eres, ni qué haces
ahí, ni les importa. Sin embargo, en las de los países importantes es
difícil distinguir por el aspecto a los agregados culturales de los
motoristas de Pizza Hut. En este sentido, a Arias Cañete, por ejemplo,
el aspecto de la gente de Podemos le resulta extravagantemente
inapropiado para representar a nuestro país, y a Rita Barberá también.
Como sucede en los países pequeños y pobres, a los representantes
políticos del PP les parece que a España se le representa mejor
exhibiendo la estética y modos de la clásica burguesía occidental de
toda la vida. En esto del aspecto y modos del representante, el modelo
oficial del PP ha sido hasta hace poco el tipo Vicente Martínez Pujalte.
Aunque esta temporada la tendencia es más Clark Kent (Pedro Sánchez).
Pero si fuera imprescindible lucir aspecto informal, como de
preuniversitario bohemio, el Partido Popular sabría de dónde sacar a sus
representantes, son demócratas de oficio. Y si al Senado hubiera que
llegar en bicicleta, llegarían en bicicleta, aunque tuvieran que dejar
el coche reluciente en el aparcamiento de la manzana contigua a la plaza
de La Marina Española. Hasta Rita Barberá lo haría, si se lo pidiera el
partido. En esto de las apariencias, Camilo José Cela era una lumbrera.
Solía tomar un taxi justo en la manzana anterior al Café Gijón, para
llegar a las tertulias como escritor de fama y éxito. Pero ahora que la
muestra de modestia y normalidad ganan prestigio, si quisiera don Camilo
cumplir con el establishment, se vería obligado a llegar al Gijón en
bicicleta (aunque puestos a elegir sencillez él elegiría el asno).
Lo cierto es que como el Partido Popular está caminando por el filo de
la navaja, y por el "acoso" de la justicia ordinaria, los órganos
competentes de ese partido van a tener que solicitar el salón de actos
de Alcalá Meco para la celebración de sus próximos congresos. Porque la
investigación (antes imputación) del PP como autor de posibles delitos
comunes le podría colocar en el papelón de ser acusado de asociación
ilícita para la delincuencia. Según la reforma de la interpretación de
la justicia referida a los partidos políticos, que introdujo el propio
exministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, ¡qué cosas!: "un partido
o asociación pueden ser considerados ilícitos si tienen por objeto
cometer algún delito o, si después de constituirlo, promueven su
comisión". Y resulta que el PP está siendo investigado por la judicatura
por la posible comisión de un delito (de momento): la destrucción del
ordenador del extesorero Luis Bárcenas, en el que supuestamente guardaba
la contabilidad paralela del partido. La juez opina que el PP pudiera
haber promovido ese delito en tanto que asociación. Cerca de doscientos
dirigentes del partido se encuentran ya procesados o investigados (antes
imputados) como estafadores o prevaricadores. El juez Eloy Velasco, en
su reciente auto sobre el caso Acuamed –una trama del Ministerio de
Agricultura nacida cuando era ministro el actual comisario europeo
Miguel Arias Cañete (el de las buenas y naturalotas formas de toda la
vida, tan opuestas a la de los chafarderos de Podemos), y que arriesga
con hacer perder a España al menos 660 millones de fondos europeos--,
cita a un implicado en la trama, que declara: “Algunos decían que el
dinero público no es de nadie”.
Es el turno de los arrepentidos. Y los habrá. Porque de la trama Gürtel,
del caso Nóos, de la Operación Púnica y, del caso Bárcenas (están
comprometidos los 5 tesoreros del partido conservador desde 1978 hasta
ahora) –y quizá sean éstos sólo los más importantes, por el momento,
entre los muchos casos en los que se ha descubierto el comportamiento
delictivo de los autodenominados “conservadores de centro”– saldrán
quienes para salvar el culo canten la gallina. Temo ese momento, porque
nunca sabe uno (pero lo sospecha) de qué manera se las ingenia el
delicuente acorralado y desesperado para tratar de salir del cerco de la
justicia. Porque podría llegar el caso en el que la Audiencia Nacional
tuviera que concluir que procede la suspensión de actividad del partido
que gobierna.
“¿Qué me decía de las abejas?”, me pregunta el senador que tengo al
lado. Me ha asustado, porque estaba yo pensando en los cuatro tiros por
la espalda que le dieron a Calvo Sotelo en 1936, y no esperaba ya que
este hombre me hiciera caso.
“Pues nada, no, que decía yo que la reducción mundial de las abejas nos
podría crear un problema insoluble, porque decía Einstein...”
“¿Es usted apicultor?”
“No, que va, en realidad soy..., bueno, se podría decir que soy
artista”.
“¡Ah!, ¿y qué tiene que ver su trabajo con las abejas?”
“No, si yo no se lo preguntaba como artista. Sino como persona... Y la
verdad es que lo que yo quería era hablar con un senador a propósito del
TTIP, por ver qué opinan ustedes de ese tratado, porque a mí me parece
terrible...”
“¡Ah!, ya veo. Pues el caso es que me tengo que ir, usted me va a
disculpar”. El senador vuelve a mirar a J, arquea las cejas... lo que
hay que escuchar, manda huevos. Se despide así, muy por encima, y se va.
J se me acerca. “Jo, tío, es que les entras como a matar... Y no todos
se te van a dar tan bien como L”.
Lleva razón, J lleva casi siempre razón, tendré que revisar el método.
Nota sobre la ilustración: La taberna de Cascajares del restaurante El
Senador es una maravilla. Como vivo en el portal de al lado me cuesta
muy poco salir de casa y pedir un café, o un vino. Durante tanto tiempo
en Madrid no he frecuentado mucho los bares, en realidad no los he
frecuentado nada. Al principio de mi estancia en Madrid iba mucho al
Café Savol, que estaba muy cerca de mi residencia y de la Escuela, y de
vez en cuando me acercaba al Café Gijón (tengo allí un cuadro desde
1988). Después he ido mucho al Café Estar de mi amigo Pedro Sahuquillo,
y al Café Manuela (en ambos tengo también pintura colgada), pero poco
más. El dueño de esta taberna (Á) ha sabido reunir un grupo de camareros
y cocineros excepcionales. De hecho es con ellos con las personas que
más he hablado en estos últimos tres años. S, C, Ru, Q, P, A, Ri, M, son
tan buenos profesionales como personas. Los clientes habituales del
barrio los consideramos amigos, y creo que ellos nos consideran también
de la misma forma. Yo me he hecho especialmente amigo y cómplice de J.
En cierto modo me he acostumbrado a quedar aquí incluso para las citas
de trabajo. No sé si es conveniente ponderarlo tanto, porque ya somos
muchos y empieza a faltar sitio, sobre todo cuando los senadores vienen
en tropel para el desayuno o el aperitivo. Aunque es verdad que ellos
ocupan más bien el aire, y revolotean generalmente por encima de
nuestras cabezas..
31 de enero de 2016
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INFORME
SOBRE EL SENADO (1)
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INFORME
SOBRE EL SENADO (2)
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INFORME
SOBRE EL SENADO (3)
** Texto
publicado en su muro de facebook:
http://www.facebook.com/octavio.colisaguirre.3
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